
Bioética del dolor falsas creencias
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El estigma es corrosivo. Es capaz de causar un intenso daño psicosocial. Incluso después de controlar todos los factores de confusión imaginables, los miembros de los grupos sociales sometidos persistentemente al estigma enferman más y mueren más rápido que sus homólogos. En consecuencia, muchos epidemiólogos sociales consideran el estigma como un determinante social independiente de la salud. Hatzenbuehler, Link y Phelan han ido más allá, calificando el estigma como una verdadera “causa fundamental de la enfermedad” que justifica los recursos sociales intensivos destinados a aliviar el impacto adverso del estigma sobre la salud.Referencia Hatzenbuehler, Phelan y Link1
Por lo tanto, los principales epidemiólogos, médicos y funcionarios de salud pública consideran cada vez más el estigma como un problema de salud de la población.Referencia Link y Hatzenbuehler2 Además, como señalan los estudiosos del estigma, la definición del estigma está inextricablemente vinculada a las estructuras de poder, lo que significa que el estigma sigue fuertemente las desigualdades sociales: los grupos desfavorecidos tienen más probabilidades de ser estigmatizados que los grupos privilegiados.3 A su vez, teniendo en cuenta lo que sabemos sobre las desigualdades en materia de salud, este hecho sugiere que los grupos menos favorecidos de EE.UU. tienen más probabilidades de que el estigma intensifique su desventaja.
Sufrimiento wikipedia
Este artículo es un resultado parcial del proyecto de investigación titulado “La experiencia del sufrimiento. De la tradición místico-ascética cristiana al enfoque tecno-científico”, financiado por el Fondo Austriaco para la Ciencia (FWF; M2027-GBL).
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Philos Ethics Humanit Med 12, 7 (2017). https://doi.org/10.1186/s13010-017-0049-5Download citationShare this articleAnyone you share the following link with will be able to read this content:Get shareable linkSorry, a shareable link is not currently available for this article.Copy to clipboard
Temas de bioética
En esta revisión se presenta una visión general de la ética y la ética clínica. Se definen y explican los cuatro principios éticos principales: beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia. El consentimiento informado, la revelación de la verdad y la confidencialidad se derivan del principio de autonomía, y se analiza cada uno de ellos. En las situaciones de atención al paciente, no es raro que se produzcan conflictos entre los principios éticos (especialmente entre la beneficencia y la autonomía). Se presenta un enfoque sistemático de cuatro puntos para la resolución de problemas éticos y varios casos ilustrativos de conflictos. Los comentarios que siguen a los casos destacan los principios éticos implicados y aclaran la resolución de estos conflictos. Se ilustra un modelo de atención al paciente, con el cuidado como elemento central, que integra los aspectos éticos (entrelazados con el profesionalismo) con la pericia clínica y técnica deseada de un médico.
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Bioética
Intuitivamente, los principios que se utilizan actualmente en la ética de la asistencia sanitaria parecen tener un valor evidente y una aplicación clara. Por ejemplo, la noción de que el médico “no debe dañar” a ningún paciente es, a primera vista, convincente para la mayoría de las personas. O la idea de que el médico debe desarrollar un plan de atención diseñado para proporcionar el mayor “beneficio” al paciente en términos de otras alternativas en competencia, parece tanto racional como evidente. Además, antes de aplicar el plan de atención médica, ahora se acepta comúnmente que el paciente debe tener la oportunidad de elegir con conocimiento de causa su atención. Por último, las prestaciones médicas deben dispensarse de forma equitativa, de modo que las personas con necesidades similares y en circunstancias parecidas reciban un trato justo, un concepto importante teniendo en cuenta la escasez de recursos, como los órganos sólidos, la médula ósea, los diagnósticos costosos, los procedimientos y los medicamentos.
Los cuatro principios a los que nos referimos no son jerárquicos, lo que significa que ninguno de ellos “supera” a otro de forma rutinaria. Se podría argumentar que estamos obligados a tener en cuenta todos los principios mencionados cuando son aplicables al caso clínico en cuestión. Sin embargo, cuando se aplican dos o más principios, podemos encontrar que están en conflicto. Por ejemplo, pensemos en un paciente al que se le ha diagnosticado una apendicitis aguda. Nuestro objetivo médico debe ser proporcionar el mayor beneficio al paciente, una indicación para la cirugía inmediata. Por otro lado, la cirugía y la anestesia general conllevan un pequeño grado de riesgo para un paciente por lo demás sano, y tenemos la obligación de “no perjudicar” al paciente. Nuestro cálculo racional sostiene que el paciente corre mucho más peligro de sufrir daños por la rotura del apéndice si no actuamos, que por el procedimiento quirúrgico y la anestesia si procedemos rápidamente a la cirugía. Además, estamos dispuestos a someter esta hipótesis de trabajo a la prueba del discurso racional, creyendo que otras personas que actúan sobre una base racional estarán de acuerdo. Así, la ponderación y el equilibrio de los posibles riesgos y beneficios se convierten en un componente esencial del proceso de razonamiento al aplicar los principios.