
Creencias de los animistas
La religión del maná
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Animismo La palabra “animismo” deriva del término latino anima, que significa alma o aliento. Suele aplicarse a cualquier creencia religiosa que reconozca espíritus o un mundo espiritual inherente al mundo físico.
El animismo puede encontrarse en muchas religiones tribales o primarias. Las religiones primigenias son aquellas que son antiguas, existentes antes de la llegada de religiones mundiales como el cristianismo, el budismo y el hinduismo. Hay muchas religiones de este tipo en Asia oriental, sobre todo en zonas rurales o poco desarrolladas, comunidades insulares y entre grupos tribales o nacionalidades minoritarias. El animismo también se encuentra en la mayoría de las religiones del mundo en Asia Oriental como religión popular.Muchas personas que siguen las religiones primarias viven en zonas rurales aisladas. Su vida gira en torno a las fuerzas de la naturaleza. El nacimiento, la muerte, la enfermedad y las catástrofes no se ocultan ni se higienizan como en muchas sociedades desarrolladas.
Las fuerzas externas, como los extranjeros o los pueblos vecinos, pueden ser temidas. Algunos grupos tribales son nómadas. Es más fácil ser consciente de la dimensión espiritual de la vida y, cuando las fuerzas y debilidades humanas quedan expuestas por estos entornos, existe la necesidad de apoyo espiritual.
Antropología de la religión
En cambio, para una persona o un grupo social animista, la sensibilidad suele imaginarse como una fuerza vital, una fuerza de la vida o una propiedad animada que es “inmanente”, accesible y “a mano” en el mundo cotidiano, aunque esta propiedad suela estar latente y no sea perceptible. A menudo existe un importante contraste entre la “inmanencia” de las sensibilidades animistas y las cualidades “trascendentes” atribuidas a un dios monoteísta o a dioses politeístas, a los que se relaciona como seres que existen al margen de la vida cotidiana de los seres humanos.
Estos dos estudios etnográficos apuntan a temas fundamentales en el estudio del animismo. Un tema es la existencia de varios tipos de “espíritus” y “almas”. Los espíritus se entienden en un sentido amplio que abarca los espíritus de los seres o las cosas, las deidades y las energías. Las almas suelen ser los espíritus de los seres y las cosas, según el contexto social. No hay una definición fija para el animismo, al igual que no hay una definición fija para los espíritus o las almas. Sin embargo, se puede obtener una idea general de cómo se entienden los términos animismo, espíritus y almas a partir de las formas en que los estudiosos (y, en algunos casos, las personas animistas) los aplican a los contextos sociales. Los chamanes urbanos suecos y los yukaghires siberianos, por ejemplo, tienen en común la lógica animista de la inmanencia. La sensibilidad animista puede aparecer en cualquier momento y, por tanto, impregnar las sociedades de los chamanes urbanos suecos y de los yukaghires por igual.
La religión de los nativos americanos
Aunque cada cultura tiene sus propias mitologías y rituales, se dice que el animismo describe el hilo conductor más común y fundacional de las perspectivas “espirituales” o “sobrenaturales” de los pueblos indígenas. La perspectiva animista está tan extendida y es tan inherente a la mayoría de los pueblos indígenas, que a menudo ni siquiera tienen una palabra en sus lenguas que corresponda a “animismo” (o incluso a “religión”);[10] el término es una construcción antropológica.
Debido en gran parte a estas discrepancias etnolingüísticas y culturales, las opiniones difieren sobre si el animismo se refiere a un modo de experiencia ancestral común a los pueblos indígenas de todo el mundo o a una religión de pleno derecho. La definición actualmente aceptada de animismo no fue desarrollada hasta finales del siglo XIX (1871) por Sir Edward Tylor. Es “uno de los primeros conceptos de la antropología, si no el primero”[11].
Sir Edward Tylor quiso inicialmente describir el fenómeno como espiritismo, pero se dio cuenta de que eso causaría confusión con la religión moderna del espiritismo, que entonces prevalecía en las naciones occidentales[13]. Adoptó el término animismo de los escritos del científico alemán Georg Ernst Stahl,[14] que había desarrollado el término animismus en 1708, como una teoría biológica según la cual las almas formaban el principio vital, y que los fenómenos normales de la vida y los fenómenos anormales de la enfermedad podían atribuirse a causas espirituales[15].
Religión africana
Estamos asistiendo a un gran cambio en la vida social tradicional, pero no es porque estemos siempre conectados, ni porque nuestra tecnología se esté volviendo consciente, ni porque tengamos amantes de la IA como Samantha en la película Her (2013) de Spike Jonze. Al contrario, estamos aprendiendo que los seres humanos pueden establecer vínculos, formar apegos y dedicarse a objetos no conscientes o cosas sin vida con una facilidad asombrosa. Nuestras emociones sociales son ahora secuestradas por objetos no agentes o parlanchines como Alexa de Amazon, Siri de Apple o Watson de IBM, y lo encontramos sin esfuerzo, cómodo y satisfactorio.
El nivel de sofisticación de la simulación parecida a la de los humanos que necesita la IA para provocar nuestra empatía y enredo emocional es ridículamente bajo. Un estudio japonés realizado en 2008 demostró que los ancianos residentes en una residencia de la tercera edad se vieron rápidamente atraídos por interacciones sociales sustanciales con una rudimentaria foca robot de juguete llamada “Paro”. Los ancianos experimentaron una mayor estimulación motora y emocional con el robot, pero también un aumento de las interacciones sociales entre ellos en relación con Paro. Las pruebas mostraron que las reacciones de los órganos vitales de los ancianos al estrés mejoraron tras la introducción del robot. Y en una prueba realizada en 2018 en el Instituto Max Planck de Sistemas Inteligentes de Alemania, los investigadores construyeron robots que administraban “abrazos suaves y cálidos” a las personas, que declararon sentir confianza y afecto por el robot, e incluso dijeron que se sentían “comprendidos por” el robot. La cuestión no es que los robots sean ahora una falsa persona tan convincente que caigamos en las relaciones con ellos. Se trata de que los seres humanos somos unos pringados ante cualquier vaga señal de conexión social. Todos estamos a un pelo del personaje de Tom Hanks en Cast Away (2000), que establece un profundo vínculo con una pelota de voleibol a la que llama Wilson.