Levantar objetos con la mente

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Mover objetos con la mente

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La mente humana es algo asombroso: 100.000 millones de neuronas hacen posible que caminemos, hablemos, pensemos, creemos, construyamos… la lista es prácticamente interminable. La naturaleza humana, por su parte, nos inspira a querer más, a superar los límites de la capacidad cerebral y a descubrir nuevas habilidades. Algunas de las habilidades más buscadas son la telequinesis, una capacidad que nos permite interactuar con objetos físicos utilizando sólo nuestros pensamientos.

La esperanza de que el potencial humano evolucione ha dado lugar a una serie de personajes de la cultura pop capaces de ejercer poderes psicoquinéticos con intenciones tanto benignas como mortales. Desde la sabia Matilda Wormwood hasta la agraviada Carrie White -por no hablar de toda la orden Jedi-, los poderes telequinéticos ocupan un lugar especial en el léxico cultural humano. El concepto también está recibiendo una señal de impulso gracias al éxito televisivo de los años 80 “Stranger Things” y a una de sus poderosas protagonistas, Eleven. (Atención: este artículo contiene spoilers de “Stranger Things”).

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Si tuviéramos que poner ese problema en manos de un escenógrafo de una superproducción de Hollywood, probablemente nos diría que la respuesta está clarísima: si los trabajadores tienen que mover objetos cada vez más pesados con menos esfuerzo, eso requiere un exoesqueleto. Y aunque parezca ciencia ficción, los investigadores de 12 organizaciones europeas estarían de acuerdo.

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Juntas, estas organizaciones -entre las que se encuentran la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich, el IIT, Fraunhofer y Ropardo- iniciaron el proyecto ROBO-MATE (Exoesqueleto inteligente basado en la interacción humano-robot para la manipulación de productos pesados en las fábricas europeas del futuro) con un objetivo en mente: crear un exoesqueleto inteligente, fácil de maniobrar y que se pueda llevar puesto para trabajos de manipulación manual.

Tuvimos largas conversaciones con los usuarios finales y sesiones internas de brainstorming que nos ayudaron a idear y descartar diferentes conceptos”, explica el Dr. Konrad Stadler, coordinador del proyecto de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich. Al final, nos decidimos por el concepto que mejor se ajustaba a las necesidades de los usuarios finales y que, además, era realizable en tres años: un exoesqueleto modular y ligero para la manipulación de mercancías de hasta 15 kg”.

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A cambio, actuar sobre un objeto proporciona entradas sensoriales adicionales que aumentan la información perceptiva sobre sus propiedades físicas. En este caso, nos referimos a la “percepción” como conocimiento explícito sobre la propiedad de un objeto. El conocimiento sobre el material, el peso o la inercia de un objeto puede adquirirse tocándolo y levantándolo. La percepción del peso se ha estudiado ampliamente en estudios psicofísicos (Jones, 1986). La capacidad de discriminación sigue la ley de Weber, es decir, las diferencias apenas perceptibles dependen de la intensidad del estímulo. Sin embargo, la percepción del peso no siempre es verídica, como demuestran varias ilusiones de peso (Buckingham, 2014), de las cuales la ilusión tamaño-peso (Charpentier, 1891) es la más notable e investigada.

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Para abordar la influencia de la memoria sensoriomotora en la percepción del peso, comparamos las elevaciones precedidas por objetos ligeros o pesados y cuantificamos el escalamiento de la fuerza y la calificación del peso del objeto para cada ensayo (Experimento 1a). La hipótesis era que los participantes asignarían diferentes estimaciones de peso para las elevaciones de un objeto dado que estaba precedido por un objeto ligero en comparación con un objeto pesado. En un experimento posterior (Experimento 1b), aumentamos experimentalmente la magnitud de los efectos de la memoria sensoriomotora alargando el mismo historial de ensayos de peso. En este caso, la hipótesis era que los efectos más grandes en el escalamiento de la fuerza conducirían a su vez a mayores sesgos perceptivos del peso. Para examinar el efecto del historial de ensayos sobre las estimaciones de peso en ausencia de memoria sensoriomotora, realizamos una tarea de percepción pasiva del peso (Experimento 2) en la que se aplicaban fuerzas sobre la mano en reposo de los participantes. En esta tarea, no esperábamos sesgos perceptivos.

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La psicoquinesis (del griego antiguo: ψυχή, lit. ‘alma’ y ㅤ: κίνησις, lit. ‘movimiento'[1][2]), o telequinesis[3] (del griego antiguo: τηλε, lit.  ’lejos’ y ㅤ: κίνησις, lit. ‘movimiento'[4]), es una hipotética capacidad psíquica que permite a una persona influir en un sistema físico sin interacción física[5][6].

Los experimentos de psicoquinesis han sido criticados históricamente por la falta de controles apropiados y de repetibilidad[7][8][9][10] No hay buenas pruebas de que la psicoquinesis sea un fenómeno real, y el tema se considera generalmente como pseudociencia[7][11][12][13].

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La palabra psicoquinesis fue acuñada en 1914 por el autor estadounidense Henry Holt en su libro On the Cosmic Relations (Sobre las relaciones cósmicas)[14][15][16] El término es un compuesto de las palabras griegas ψυχή (psyche) -que significa “mente”, “alma”, “espíritu” o “aliento”- y κίνησις (kinesis) -que significa “movimiento”.[1][2] El parapsicólogo estadounidense J. B. Rhine acuñó el término percepción extrasensorial para describir la recepción de información de forma paranormal desde una fuente externa.[17] Tras esto, utilizó el término psicoquinesis en 1934 para describir la influencia mental sobre objetos o eventos externos sin el uso de energía física.[17][18] Su ejemplo inicial de psicoquinesis fueron los experimentos que se realizaron para determinar si una persona podía influir en el resultado de la caída de un dado.[17][19]

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